
FICCIONES
Un cuento sobre la ciguapa, una leyenda de la República Dominicana, por Leibi Ng
Sobre la autora
El sueño de Mecho
Sobre la autora
Leibi Ng nació el 24 de julio de 1954 en la ciudad de Santiago, República Dominicana, y desde los 6 años reside en Santo Domingo, su capital. Hija de un inmigrante cantonés y de una serrana de San José de las Matas, Leibi es la tercera de los siete hermanos Ng y Báez.
Inicia su actividad profesional en el área de la Literatura Infantil a partir de su inserción en el equipo de trabajo de la primera revista infantil de su país: Tobogán. Allí, como directora, escribe, edita y publica durante cuatro años de gran actividad.
Es uno de los miembros fundadores, y actual Coordinadora, del Círculo Dominicano de Escritores para Niños y Jóvenes; grupo que publica la obra colectiva Huellas de la leyenda (Santo Domingo, Banco de las Reservas, 1999).
Creatas e Ilustrotes se llama el libro que ha realizado en colaboración con el escritor cubano Enrique Pérez Díaz, quien lo edita y prologa, mientras Miriam González Giménez realiza el diseño y las ilustraciones. Algunas obras inéditas de la autora son: Triche el Manatí y otros cuentos para niños; Lo que no se te ha perdido; Fabulas y Fabulillas; La O de María (cuentos de sirenas) y El Balandro Azul, poemas del mar Caribe.
Ha colaborado en diversos periódicos y revistas dominicanas con artículos culturales y sobre literatura infantil y juvenil.
En el medio radial, ha participado en el programa El Gran Musical y, desde 1998, es productora y conductora de Un don din, programa infantil que se transmite por Radio Educativa Dominicana, Emisora de la Secretaría de Estado de Educación y Cultura.
Secreto de monte y la ciguapa
Leibi Ng ha trabajado sobre un personaje legendario del folklore de su país: la ciguapa. De origen desconocido, aparece en leyendas aborígenes de los arawacos antillanos, de los taínos y de los grupos venidos de las tierras del Orinoco, pero también se le atribuye un remoto origen africano, transportada a América con los esclavos negros. Las ciguapas son mujeres que viven en estado salvaje en los bosques de las montañas quisqueyanas. Son bellas —de larga y abundante cabellera—, tímidas y, a pesar de casi no dejarse ver por los humanos, son seres deseosos de cariño. Un detalle de su anatomía las hace particularmente interesantes: tienen los pies volteados, dirigidos hacia atrás. Cuando una ciguapa huye a esconderse, su rastro deja una pista equivocada para quien la busca. Para Leibi Ng, "esos pies, que simbolizan la tierra, el asentamiento y la firmeza, al ser diferentes a los nuestros, nos llevan hacia el misterio, la magia y la imaginación poética. La cabellera inmensa es el desbordamiento mental en su infinita capacidad de asociación y de aprendizaje. La desnudez es la inociencia absoluta en armonía con la naturaleza."
Por gentileza de su autora, presentamos un cuento de su libro Secreto de monte. Cuentos juveniles sobre ciguapas, publicado en Internet (ilustrado por Manuel Emilio González y editado por Manuel Pérez Herrera). Los lectores que deseen comunicarse con Leibi Ng pueden escribirle a: ng.leibi@gmail.com
El sueño de Mecho >
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Sobre la autora
El sueño de Mecho
El sueño de Mecho
Mecho apoyó la carita en la mano y dejó la mirada perderse allá en el fondo del patio. La brisa movía las ramas de los árboles altos. La hierba seca subía en remolinos. Mariposas jugaban revoloteando, ya posándose sobre las flores, ya elevándose traviesas.
Los pensamientos de Mecho iban lejos, estaban en una cueva de los montes. Mirándole la expresión, casi nadie podría adivinar que el deseo secreto era convertirse en ciguapa. Para ello se valía de todas las imágenes que su abuela Gisela le había dibujado noche tras noche, mientras la mecía para dormirla.
A veces, estaba tan metida en su mundo, que descuidaba sus oficios. Se le olvidaba la tarea o remoloneaba cuando la enviaban a recoger la ropa tendida. Pensaba que en el mundo de las ciguapas nadie iba a la escuela ni lavaba. ¿Qué ropa iban a lavar, si andaban desnudas? ¿Qué trastos iban a fregar si comían naranjas dulces, guineos maduros y toda clase de frutos de las matas?
Huérfana de nacimiento, Mecho era una niña inteligente y vivaz. Doña Gisela se hizo cargo de ella comprendiendo que a esa muchachita no le bastarían los tratos comunes con que se atiende a otros niños.
A medida que fue creciendo, la pequeña mostraba una gran curiosidad: todo lo preguntaba. Sin embargo, Gisela era paciente, muy paciente con Mecho contestándole sus preguntas con respeto, razonándole, casi con una extraña devoción. Decía que aquella niña era la viva estampa de su hijo Paulino perdido en la cordillera.
Así llegó Mecho a los nueve años. De tanto escuchar los cuentos de su abuela, se apasionó con las historias de las ciguapas. Aprendió que sus orígenes se tejen en las raíces de la sociedad aborigen. Sabía que tenían la piel india como la de los taínos. Eran de proprociones armoniosas y delicadas... a pesar de ser criaturas salvajes, la sensibilidad y la hermosura las acompañaban siempre. En lugar de vestidos, su cabellera las cubría como sedoso manto. No podían llevar zapatos, ni sandalias, daban grandes saltos y salían a bañarse en las charcas montanas en rayos de luna. En fin, se decía Mecho, que las ciguapas eran casi como seres humanos. Su única diferencia era que tenían los pies al revés. Y sin embargo, ni se caían ni se movían con torpeza.
Doña Gisela contaba que las ciguapas corrían presurosas por los montes y saltaban de rama en rama, con agilidad, lanzando jupidos o gritos de ciguapas. Y eso era lo que le encantaba a la pequeña Mecho: un cuerpo sano y libre jugando por los campos.
Por eso se miraba, en el pensamiento, corriendo por ahí, con la melena suelta, sin que se le enredara entre las ramas, porque en los sueños se vencen todas las dificultades. Sólo las agujas de los pinos la adornaban y acompañaban con todos los perfumes de la cordillera.
Pura e inocente se veía ciguapa, aunque corría el riesgo de morir de pena si alguien a su alrededor se ponía triste. En la realidad, la niña soltaba trementos suspiros cuando veía enamorados en la televisión.
Mecho se imaginaba durmiendo en un montoncito de hierbas secas, dentro de una cueva. Tan pronto como se acostaba y empezaba a soñar se le volteaban los pies. Una y otra vez tenía el mismo sueño: Llegaba a la puerta de la cocina de doña Gisela gimiendo:
—¡Deme trabajo, señora! ¡Deme trabajo! —Gisela se lo daba y empezaba a barrer la casa sin que los pies la estorbaran.
Y así, mientras Mecho imaginaba que se hacía ciguapa, doña Gisela la miraba con unos ojos llenos de melancolía, húmedos de lágrimas. Sabía muy bien lo que la niña soñaba. Algún día, no sabía cuando, le contaría que su mamá, la que murió por darle la vida, había llegado un día casi a punto de dar a luz, con la cabeza baja. Algún día, Mecho sabría que cuando doña Gisela vio aquellos pies volteados lavados por las lágrimas, la ocultó en la casa y la hizo su hija, hasta que murió sonriendo al comprobar que su niñita había nacido con los pies derechos, como su padre.
*Gracias al escritor Armando Almánzar Botello por su gentil colaboración (había publicado "cigüapa" y no lleva diéresis como él bien señala.
1 comentario:
Es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tú las tuyas.
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